Me manda Jose Luis Benito Andujar, autodenominado cantautor pop que transporta siete años siendo la voz, y creador de la mitad de las canciones de una veterana banda de Castilla-La Mácula llamada «Satélite Basura». correo electrónico referente a mi producto del mes pasado en PCActual sobre música, que se titula «Cambios en la industria musical«, que comenté en esta entrada previo. Habiendo pedido su permiso y habiendo recibido su autorización expresa, creí que podría añadir puntos atrayentes a este enfrentamiento de hoy si reproducía su carta y mis razonamientos para refutarla. Su letra negra, mis contraargumentos, es presentada con todo el respeto que merece alguien que conoce el planeta de la música desde dentro, en verde y con letras mucho más pequeñas:
« En tu producto de PCActual de febrero, que prácticamente sale en defensa de la piratería musical, pienso que andas comentando de un tema del que ignoras varias cosas, además de que fomenta y perjudica la piratería en beneficio del trabajo de otros. No tienes idea lo que cuesta generar un disco, las horas de práctica, el dinero invertido en el estudio, los instrumentos, la gente que forman parte, los expertos que dedican su historia a ello».
El ensayo del popular violinista en el metro
El 12 de enero, a las 7:51 de la media hora, el popular violinista Joshua Bell salió del metro en la estación Plaza L’ Enfant (Washington DC, EE. UU.) y se paró contra una pared al lado de un bote de basura. Absolutamente nadie ha podido reconocerlo a primer aspecto, en tanto que era un joven blanco con vaqueros, una remera de manga extendida y una gorra de béisbol de los Washington Nationals. En menos de una hora, pasaron por enfrente de él mucho más de 1.000 personas, la mayor parte sendero de su trabajo, por el hecho de que la Plaza L’Enfant es indudablemente entre los centros centrales del trabajo en Washington DC.
De un pequeño maletín, sacó un violín (de manera casual, entre los mucho más importantes nunca fabricados) y taimadamente dejó bastantes dólares americanos y varias monedas antes de estar listo para tocar. En los próximos 43 minutos interpretó seis piezas tradicionales, no piezas recurrentes pero sí ciertas piezas mucho más distinguidos nunca escritas, piezas maestras que han resistido la prueba del tiempo desde hace tiempo, música capaz para la excelencia de las catedrales y salas de audiencia nacional. Interpretaba las proyectos con entusiasmo acrobático, inclinando el cuerpo hacia la música y usando las notas altas. El sonido era prácticamente sinfónico y venía de todas y cada una partes pues, según el Washington Articulo, la acústica era increíblemente accesible. Si bien la galería tiene un diseño utilitario, el espacio entre las escaleras del metro y la salida logró transformarse en un espacio sonoro aceptable.