Últimamente, la Polémica Sociedad invitó a la Asociación Librexpression, a la que pertenecemos y apoyamos como una parte de nuestra Compromiso Popular Corporativa, a formar parte en un enfrentamiento en la sede de la Facultad de Alicante en la ciudad más importante. El tema no puede ser mucho más atrayente: ¿Se ha establecido una exclusiva forma de Censura? Participó con el periodista Pepe López Marín, que recogió las «Cinco cuestiones sobre la novedosa censura» en su blog «En el fondo a laleft».
¿Hay sitio para la censura en una sociedad libre? ¿Debería posibilitarse a todos expresar lo que desean en el momento en que desean? ¿Es la independencia de expresión un derecho absoluto? Para discutir bien se precisa tener un armamento de razonamientos y refutaciones, desarrollarlos de manera clara, descriptiva y analítica y revelarlos de forma persuasiva, se puede leer en el libro Ar Son og Anfård, que exactamente proporciona ciertos buenos razonamientos sobre su Tema especial.
Aplicando este principio («armamento de razonamientos») a un aspecto de la independencia de expresión, como es la censura estatal, el citado manual (págs. 33-34) lo expresa de esta forma:
en pos de la censura
- La independencia de expresión no es un derecho absoluto, pero sí una aspiración. Ya no es un derecho en el momento en que daña algo que todos valoramos. Por servirnos de un ejemplo, legisla contra la incitación al odio racial. Por ende, no es verdad que la censura sea mala de entrada.
- Ciertas maneras de narración redactada o de presentación de imágenes se han considerado decisivamente similares con hechos delictivos. Se demostró que el sexo y la crueldad desmesurados en las películas y la televisión (en especial en estudios en los USA) alientan tendencias afines en el accionar de los espectadores. Hay un vínculo causal directo entre semejantes imágenes y el daño físico.
- La censura marcha para proteger la independencia de expresión, pero la pone de pie de igualdad. Quienes defienden la independencia de expresión sin reglas olvidan que no solo es el poder del Estado el que puede silenciar a las minorías, sino más bien asimismo el estigma popular que fomentan los racistas, sexistas, homófobos y demás entusiastas. Por consiguiente, puede ser preciso, por servirnos de un ejemplo, prohibir los epítetos raciales para asegurar que la gente negras reciban exactamente el mismo trato en la esfera pública y, por ende, tengan la oportunidad de expresar sus críticas.
- Al censurar el alegato tenemos la posibilidad de impedir nuevos seguidores del «lado obscuro» desarrollado por el racismo y otros conjuntos discriminatorios. Siempre y cuando resulte posible, es de nuestro interés «sacarlos de circulación», así no van a poder ganar nuevos seguidores, y sus críticas dañinas no van a poder proseguir difundiéndose. Más allá de que esto puede ser útil como tapadera para las críticas de varias personas, no es muy probable que se persuadan en caso contrario, con lo que las prohibiciones directas son el más destacable procedimiento.