Es asombroso percatarse de que la verdad es imposible hacer. Poner esta iniciativa encima de la mesa al comienzo puede ofrecernos algo de risa pero, un instante después, hay un instante de vértigo. El suelo que sosten la presencia desaparece durante un momento, como en el momento en que bajamos las escaleras y, de súbito, «desaparece el último peldaño». Por un muy breve momento suponemos caer al vacío. Esta suspensión metafísica se siente universalmente en la semiexplosión que lleva a una duda reumática: «¿Todavía sueño?», que no es tan importante para ser recordada como un acontecimiento increíble en el momento en que prosigue instantaneamente: «Oh, no, sí, yo ahora estoy despierto », mientras que nos tenemos en cuenta entrelazados entre almohadas, sábanas y edredones.
Psicoanálisis y exitación de órganos
Pero, ¿aquí terminan nuestras opciones de meditar? Sigmund Freud, en su Introducción al narcisismo, examina la vida mental de los hipocondríacos. En verdad, en el momento en que sentimos mal, o en el momento en que consideramos que algún órgano del cuerpo está herido, retiramos toda la libido de todo el mundo y la vamos al órgano en cuestión. Para esto, cita a un humorista del siglo XIX, que detalla a un poeta con mal de muelas: “En la angosta cavidad de su muela está recluída su alma” (Freud, 1976, p. 79). Esto es, toda poesía, toda inclinación hacia el planeta exterior cesará en el instante del mal, y desde ese momento todo pensamiento va a estar mediado por el mal de muelas.
Alfred Adler, fan de Freud, aborda el inconveniente de otra forma. En su Estudio de la inferioridad de los órganos y su compensación sicológica, examina la vida mental de la gente con deformidades ajenas y también internas de diversa índole. El sujeto puede, por una parte, plañir su discapacidad y ralentizar su avance espiritual o, por otra parte, llenar su discapacidad compensándola con una intensa concentración de atención y energía del alma en el órgano en cuestión, tal es así que lo que ha de ser discapacitado se transformará en un medio de vigoroso avance espiritual. De cualquier forma, su inferioridad como órgano es primordial en su relación epistemológica con el planeta.
Lo que ocurre en nuestra cabeza es privado y subjetivo
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