Debate sobre nacionalismo

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Podría argumentarse, sin exagerar bastante, que tal como los teóricos políticos contemporáneos deben lidiar, de una manera u otra, con la obra de Rawls, los presentes investigadores del nacionalismo deben arreglarse con Ernst Gellner. Precisamente, la hipótesis del instructor de Cambridge de meditar el nacionalismo como producto de la sociedad industrial actualizada y sus demandas funcionales de una lengua y una cultura homogéneas, para hacer más simple la movilidad social y económica de la fuerza de trabajo, en los años sesenta arrojó un certero dardo en el corazón. del trabajo. sepa conspicua en la teoría popular tradicional, a la que los libros de Llobera y Guibernau dedican en este momento una atención descriptiva, entre nosotros: las causas del reafirmado potencial de movilización de masas del nacionalismo. En verdad, basado en ese instante en las clases sociales (Marx), la división del trabajo (Durkheim) o la racionalización burocrática del Estado (Weber), el estudio del fenómeno nacional quedó descuidado a la fortuna de la historia efectiva mucho más vieja. . Bien se comprende, por consiguiente, que en un Panorama intelectual que se centró obsesivamente en la búsqueda febril de la prenarrativa, o en un caso así protonacional, prenarrativa, lo mucho más distanciada viable en el tiempo y después interpretada linealmente como un antecesor el maduro maneras de nación, la proposición de que «el nacionalismo inventa naciones que no hay» fue admitida como una provocación inaceptable. La verdad es, no obstante, que pese a la indudable app económica del razonamiento de Gellner, se halló una explicación elogiable que partía asimismo de exactamente los mismos datos que han servido hasta la actualidad para expresar la insanable caída de las naciones. Y, más que nada, razonaron fuera del relato piadoso de una nación «natural», configurada en tono a la presencia taumatúrgica de uno o mucho más causantes diacríticos: «lengua», «raza», «territorio», «tradiciones», etcétera. , cuyo «propósito» y presencia prepolítica le dio el carisma nacionalista. Ante semejante a priori, la opción alternativa iniciativa por Gellner no puede ser mucho más inquietante, por supuesto: ingresar sin prejuicios en el campo de las sociología menos estrictas, y las coherentes demandas teóricas y experimentales de hablar del complejo cultural, político y popular. producción popular de las naciones.

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