Hay una inclinación creciente a equiparar a Chile con las economías capitalistas de todo el mundo del norte. Quizás inspirados por la incorporación de Chile en el club de la Organización para la Cooperación y el Avance Económico (OCDE), algunos círculos académicos y políticos dan al conocimiento de la economía, generalmente, la aptitud de poder el avance anhelado, asimismo en clase. Pero hay múltiples inconvenientes ideales y operativos, para entender el surgimiento del término de sociedad del conocimiento, y para constatar que Chile está en un instante en que puede ser considerado como una alternativa opción alternativa de avance. Aun diríase que para sobrepasar el «umbral del avance» es requisito acrecentar los escenarios de inversión en ciencia y tecnología y en educación. Hay causas para opinar que la sociedad chilena ha adoptado algunas votaciones culturales de las sociedades capitalistas posindustriales (por servirnos de un ejemplo, la inclinación al envejecimiento de la población, la disminución de la fecundidad, la masificación y la explosión de la Educación Superior en los últimos tiempos); y asimismo hay múltiples explicaciones para estas tendencias, como los flujos migratorios masivos de la élite, el papel de los medios y las políticas similares con la apertura económica. No obstante, el análisis parcial de estos fenómenos, y la inclinación a clasificarlos en el campo de los «estudios culturales» o de las «novedosas tendencias», tal y como si fuesen voluntades subjetivas con una situación material sin importancia, enturbia lo que pasa con la composición económica. y sus especificaciones históricas.
En verdad, nuestra economía no se aproxima ni de lejos a las que históricamente antecedieron a las llamadas «economías del conocimiento». Cualquier acercamiento serio al estudio de la economía chilena mostraría que este país es dependiente de la extracción de elementos naturales y mucho más del negocio financiero, o sea, que nuestra economía está anclada, y prácticamente clausurada, a las tradiciones terratenientes y de escritura burguesa. historia.oficial de chile. En esta composición económica, la innovación es superflua o mínima, y el saber adelantado juega un papel pequeño en la economía (salvo por el creciente ámbito de servicios y la necesidad de conducir flujos masivos de información). No hay una acumulación histórica en Chile que deje terminar que el saber es (o podría ser, a corto plazo) un aspecto central de la economía chilena.
Prólogo
Imagen: James Sutton.
Desde el instante en que me transformé en el editor jefe de la Gaceta de Administração Contemporânea (RAC), me hallé con una gaceta que adoptó la política de ciencia abierta hace unos años. Si bien escasas gacetas, en especial del campo administrativo, han adoptado esta política, pienso que realizar la ciencia mucho más alcanzable para todos es una situación que hay que proteger. No obstante, en el momento en que entré en contacto con un conjunto de individuos y contenidos escritos sobre ciencia abierta, me percaté de que una parte del pensamiento sobre el tema es asumir (o procurar saber) una situación totalitaria. Esto es, hay una entendimiento de la ciencia abierta que está anclada en una visión positivista (y sus derivados) de la ciencia donde se podría detallar (en verdad, imponer) un único modelo cerrado de de qué forma habría de ser la ciencia abierta. ser.. Esta situación me preocupa, por el mero hecho de que todo cuanto quiere ser absoluto (general) es excluyente. Este es el contexto de el interrogante que guía mi pensamiento: ¿Podría haber una manera especial y también indudable de realizar ciencia abierta?